Discurso pronunciado por la profesora Soraya El Achkar en el acto de
graduación
de la XXV promoción de la Escuela de Educación de la Universidad Central de
Venezuela, el 21 de enero de 2009.
"Perdón por la Universidad que tenemos…"
Podría hablarles de la ética profesional o hacer una radiografía del país que
tenemos y del compromiso que, en adelante, deben asumir pero, quiero aprovechar
la privilegiada ocasión para imitar al Papa Juan Pablo II, cuando 359 años más
tarde pidió perdón porque la Santa Inquisición condenara a Galileo Galilei por
haber defendido la idea de que el sol estaba inmóvil y era el centro del
universo. Creo que la Universidad no tiene por qué esperar tanto tiempo. HOY,
YO TAMBIÉN QUIERO PEDIR PERDON en nombre de nuestra querida Alma Mater... Y me
quitaré el birrete para enfrentar el acto de contrición.
PERDÓN porque entraron a la universidad y se fueron y no nos enteramos de sus
angustias, sus miedos, sus miles de dificultades para estudiar y mantenerse de
pie, ensayando una y otra vez, a pesar de las carencias, la soledad,
el traslado
tan engorroso, el desmotivo, el trabajo que agobiaba, los hijos en el caso de
las mujeres madres, los miles de rollos familiares y de pareja que suelen
afectar la vida entera.
PERDÓN porque perdimos la oportunidad durante 5 años y quizás un poco más de
hacernos amigos, de cantar juntos, de subir al Parque Nacional El Ávila, de
acercarnos a sus pueblos y sus costumbres, de bailar el tamunangue o los
tambores de San Juan y recrear las relaciones que, al final, son lo más
importantes en la configuración de la personalidad de cualquier profesional.
PERDÓN por las horas que pasaron en los salones esperando que les
anunciaran una
buena noticia pero sólo recibieron repeticiones librescas, contenidos fútiles,
ideas repetidas las más de las veces, tareas inocuas, arbitraria y antojadizas.
Porque muchas veces se quedaron esperando que llegáramos a la hora, que
habláramos correctamente, que fuéramos consistentes o que, al menos,
preparáramos las clases y no improvisáramos.
PERDÓN porque no logramos comprender que ustedes eran una prioridad y estaban
por encima de un plan de estudio que, además, no dio la talla pero tercamente
aplicamos porque somos obedientes, sumisos y adaptados.
PERDÓN por las penalidades recibidas algunas con razón y otras deliberadamente.
Por clasificarlos de 08 ó 18 (de una escuala del 0 al 20) sin alcanzar
comprender los límites de nuestras evaluaciones y las racionalidades –
emocionalidades que estaban en juego. Por la falta de orientación a
tiempo, por
aguantar los malhumores de nuestro personal administrativo y soportar la
burocracia y la indolencia universitaria.
PERDÓN porque no supimos valorar la polifonía y, por el contrario, fueron
nuestras voces las que se impusieron. La voz estudiantil no es tanto un reflejo
del mundo como su fuerza constitutiva que media y da forma a la realidad dentro
de las prácticas históricamente construidas. La voz entonces es el medio que
tienen los estudiantes para hacerse oír y nosotros no hemos sabido darle fuerza
a esa voz, potenciarla, politizarla, vigorizarla para el ejercicio del poder
ciudadano. Siempre preferimos la sumisión, en lugar de la rebeldía. Siempre
aupamos el silencio, en lugar del bravío y rebelde pronunciamiento.
PERDÓN por no darnos cuenta de las diferencias de clase y los mecanismos que
reprodujeron las desigualdades sociales. Unos tenían con qué y otros ni para
comer. Y no hicimos nada para solventar las condiciones de los
estudiantes menos
aventajados. Muchos de los que, con ustedes comenzaron, hoy no nos acompañan y
luego nos creímos el cuento de la meritocracia. No se trataba tanto de la
igualdad de oportunidad, sino de la igualdad de condiciones para dejar de
perpetuar la desigualdad e injusticias de la sociedad en su conjunto.
PERDÓN por los muchos comentarios sexistas, racistas, clasistas, homofóbicos y
misóginos que hicimos en clase ofendiendo la diversidad, la elección personal,
la libertad de conciencia, la autodeterminación de las personas y los pueblos.
Por los abusos de autoridad y el ejercicio de dominación en esta diferencial
relación entre profesores y estudiantes.
PERDÓN por ponerlos a competir entre ustedes y no generar un sentido de
cooperación y solidaridad porque al final es un mito aquello de que
sobrevive el
más apto y el más competitivo. Hoy en día está más que probado que es la
concurrencia, la solidaridad y la mancomunidad los valores que sostienen
cualquier propósito que se emprenda.
PERDÓN por fragmentar el conocimiento, desvincular las materias, repetir
contenidos, autores, enfoques y promover la disociación porque, por un lado
tenían que pensar en el proyecto con sus profesores de seminario o metodología
y, por el otro, obedecían las indicaciones contrarias de los tutores.
PERDÓN porque no entendimos que el poder está imperceptiblemente micro
fracturado y se manifiesta en esas prácticas de resistencia que terminan por
hacernos creer que se esforzaron y resulta ser que se plagiaron.
PERDÓN por las veces que tuvieron que pasar la noche en los pasillos externos a
la Escuela y pelear por un cupo en las asignaturas. Por esperar que se
ofertaran
las materias y por trasladarse a otros centros regionales esperando pasar la
asignatura más de una vez cursada y más de una vez aplazada. Por tener
que rogar
que alguien tutoreara la tesis y pesquisar a los profesores para que entregaran
las notas o arreglaran algún desafuero de control de estudios.
PERDÓN porque no generamos con frecuencia prácticas universitarias realmente
democráticas, de modo que pudieran apelar a estas en el ejercicio profesional.
La democracia, que es el gobierno de todos, termina siendo el gobierno de unos
pocos y lo que a todos y todas compete termina siendo decidido por quienes
ejercen cargos de representación universitaria, en lugar de favorecer la
deliberación, el diálogo, la negociación y argumentación. El ejemplo más claro
es mi designación como madrina que terminó siendo la imposición y decisión de
unos pocos.
PERDÓN por haberlos sacado de su contexto y no prestar atención a los problemas
locales para volver a estos con afán de intervenirlos desde lo que si pudimos
haber enseñado: La curiosidad epistemológica.
PERDÓN por no generar experiencias pedagógicas teórico-prácticas genuinas que
nos permitiera, a ustedes y a nosotros/nosotras, estar más apegados a la vida y
menos a la especulación académica, que indujera a comprometernos con la
transformación social en solidaridad con los grupos subordinados, lo que por
necesidad implica una opción preferencial por los más pobres y por la
eliminación de las condiciones que permiten el sufrimiento humano, la opresión,
la injusticia y la desigualdad.
PERDÓN porque no los formamos para el ejercicio de la ciudadanía crítica y
universalista. Ocurrió la invasión a Irak y luego al Líbano y ahora a Palestina
y nada hicimos por movilizar la conciencia de que en Irak, el Líbano y en
Palestina, primero son las personas y que la industria militar debe dejar de
tener voz y voto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Como diría
el cantautor: la vida no vale nada cuando otros se están matando y yo sigo aquí
cantando cual si no pasara nada.
PERDÓN porque hoy tenemos menos planeta que ayer y los cálculos de
centenares de
expertos son de, más o menos, 100 años de vida si seguimos con estos niveles de
industrialización y, a pesar de la tragedia, no hicimos lo suficiente para que
cada uno de ustedes se comprometiera en la lucha contra las empresas
trasnacionales que, inescrupulosamente, están explotando los recursos
sin piedad
ni consideración a las próximas 10 generaciones de seres humanos.
PERDÓN por no enseñarles que es la FRÓNESIS, que no es más que la disposición a
actuar verdadera y correctamente, porque es la única virtud que podría hacer de
todos nosotros gente buena, digo… de buena fe, de buena voluntad, de buenas
acciones.
POR FORTUNA Vivimos en medio de contradicciones y La Escuela también fue un
motivo para pasar del pensamiento ingenuo al pensamiento crítico.
También fue la
posibilidad de recrear nuestra vida, conocer gentes, escribir algunas líneas,
descubrir a Walt Whitman, conversar con autores de los siglos pasados,
comprender que nuestra vocación ontológica es "ser más". La Escuela fue la
posibilidad de andar de-construyendo para reconstruir los saberes nuevos y
viejos, reconfigurar las ideas y el lenguaje que nos constituye. Fue el lugar
para cultivar la disciplina, la constancia, la paciencia, la capacidad de
negociación y el trabajo afanoso.
La Universidad fue el lugar donde consiguieron los grandes amigos, las amigas,
quizás la pareja. El espacio para desahogar las penas con los panas, hacer el
amor en tierra de nadie, emborracharse en la parroquia, fumarse sus porritos,
armar grupos para la playa, iniciarse en la política, descubrir su identidad
sexual, distinguir entre el bien y el mal, resistir a la autoridad que se
impone a la fuerza, rebelarse contra el sistema y ejercer el divino arte de
criticar por criticar.
POR FORTUNA, los pasillos, el cafetín, la librería del señor Wicho, los
banquitos de planta baja sirvieron como espacio donde se reconfiguró la
personalidad a partir del diálogo franco y crudamente abierto con los
profesores
más cercanos o más raros (como suelen llamarles). El tiempo … y que …
perdido en
estos espacios sirvió no sólo para afinar los argumentos y aprender a
deliberar,
sino para cultivar las relaciones, los afectos y cristalizar proyectos que hoy
son una realidad.
RECUERDEN por siempre las buenas prácticas universitarias y el amor
cultivado de
a trocitos y no reproduzcan las malas mañas. Cuídense de no repetir los
patrones.
… Y como diría Eduardo Galeano: "Aunque no podemos adivinar el tiempo que será,
sí que tenemos, al menos, el derecho de imaginar el que queremos que
sea. Vamos
a clavar los ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible:
El aire estará limpio de todo veneno que no venga de los miedos
humanos y de las
humanas pasiones; en las calles, los automóviles serán aplastados por los
perros; la gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la
computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada por el
televisor; La gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar; se
incorporará a los códigos penales el delito de estupidez, que cometen quienes
viven por tener o por ganar, en vez de vivir por vivir nomás.
Los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán
calidad de vida a la cantidad de cosas; los historiadores no creerán que a los
países les encanta ser invadidos; los políticos no creerán que a los pobres les
encanta comer promesas; la solemnidad se dejará de creer que es una virtud, y
nadie tomará en serio a nadie que no sea capaz de tomarse el pelo.
La muerte y el dinero perderán sus mágicos poderes, y ni por defunción ni por
fortuna se convertirá el canalla en virtuoso caballero; nadie será considerado
héroe ni tonto por hacer lo que cree justo en lugar de hacer lo que más le
conviene.
El mundo ya no estará en guerra contra los pobres, sino contra la pobreza, y la
industria militar no tendrá más remedio que declararse en quiebra; la comida no
será una mercancía, ni la comunicación un negocio, porque la comida y la
comunicación son derechos humanos; nadie morirá de hambre, porque nadie morirá
de indigestión.
La educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla; la
policía no será
la maldición de quienes no puedan comprarla; la justicia y la
libertad, hermanas
siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse.
La Santa Madre Iglesia corregirá las erratas de las tablas de Moisés, y el
sexto mandamiento ordenará festejar el cuerpo; la Iglesia también dictará otro
mandamiento, que se le había olvidado a Dios: «Amarás a la naturaleza,
de la que
formas parte»
Seremos compatriotas y contemporáneos de todos los que tengan voluntad de
justicia y voluntad de belleza, hayan nacido donde hayan nacido y hayan vivido
cuando hayan vivido, sin que importen ni un poquito las fronteras del
mapa o del
tiempo; la perfección seguirá siendo el aburrido privilegio de los dioses; pero
en este mundo chambón y jodido, cada noche será vivida como si fuera
la última y
cada día como si fuera el primero.
MUCHAS GRACIAS Y QUE EL UNIVERSO CONSPIRE PARA QUE VIVAN APASIONADAMENTE LA
AVENTURA DE EDUCAR
De: Adriana Bravo <bravoa1967@yahoo.es>
Cortesía de Teodoro Guerrero
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