Por NIDIA DÍAZ
5 de agosto de 2010
SE suceden vertiginosamente en los días recientes diversos acontecimientos relacionados con el llamado "conflicto Venezuela-Colombia", que no es más que la fabricación intencionada —no por vez primera—, del presidente saliente de Colombia y reeleccionista fracasado Alvaro Uribe de una supuesta intromisión venezolana en los complicados asuntos internos de Colombia, país que padece una larga guerra civil de más de seis décadas.
Lejos de algún tipo de negociación o entendimiento que pudieran conducir al fin de los sangrientos enfrentamientos que estremecen a Colombia desde hace más de medio siglo, el régimen de Uribe se dedicó a convertir al país en una gigantesca base militar de Estados Unidos para ratificar los objetivos del Imperio contra los procesos políticos progresistas e independientes que tienen lugar en América Latina y el Caribe.
Actuando como testaferro de los peores intereses de Washington desde la era Bush e intentando encubrirlo con el ropaje de la "lucha contra el narcotráfico", cuyos resultados efectivos nunca aparecen, ha cumplido la misión de sabotear y torpedear la integración y la unidad latinoamericana en función de las pretensiones imperiales de dominación.
En esta dirección puede insertarse la puesta en funcionamiento el 31 de julio de una base militar aérea, la cual tendrá entre sus tareas según una información aparecida en Radio Nacional de Venezuela (RNV), la de vigilar el espacio aéreo en la frontera con el país bolivariano y combatir a las guerrillas de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) y el ELN (Ejército de Liberación Nacional). La noticia, aparecida en RNV fue anunciada por la propia Fuerza Aérea Colombiana (FAC).
Según la fuente, la base estará ubicada en Yopal, capital del petrolero departamento (provincia) de Casanare. El comunicado hecho público por la FAC agrega que "esta unidad tendrá responsabilidad sobre los departamentos de Arauca (fronterizo con Venezuela) y Casanare, con un total de 69 mil km2 y contará con aeronaves de transporte, inteligencia y combate de ala fija y ala rotatoria".
Por esta razón, al analizar el papel de Uribe, particularmente en la recta final que antecede a la conclusión de su doble mandato presidencial, debe ponerse atención a la situación política interna de Colombia y, en especial, a lo sucedido a partir de las aspiraciones reeleccionistas por segunda ocasión del mandatario actual. Acusado de intentos de violación de la Carta Magna y de ejercer presión política y económica, escuchas ilegales y todo tipo de fechorías para prolongarse en el poder, el Tribunal Constitucional decidió finalmente impedirle su ansiada reelección y, de este modo, se vio obligado a dar paso a la candidatura de Juan Manuel Santos.
Si bien Santos había sido su colaborador como ministro de Comercio, primero, y de Defensa, después, silenciosas contradicciones políticas fueron minando esa relación y todo indica que se acrecentaron durante la campaña electoral, no obstante el aparente apoyo que Uribe debía darle como candidato del partido de gobierno. En Colombia era un secreto a voces el escaso entusiasmo del Presidente a favor de su ex colaborador.
El prestigioso y bien informado periodista venezolano José Vicente Rangel, en su programa televisivo, señaló que el verdadero objeto de la reciente aventura de Uribe buscando impedir una relación respetuosa de buenos vecinos entre Venezuela y Colombia, iba dirigido contra Juan Manuel Santos.
Dijo Rangel: "al gobierno de Uribe, a pocos días de dar paso al gobierno de Juan Manuel Santos, para nada le importa la sindéresis y dejar mal parado al Estado colombiano, a sus instituciones y a su pueblo".
Añadió el comentarista de Televen que las acusaciones contra Venezuela son un simple pretexto que pretende colocar al nuevo gobierno colombiano ante un hecho consumado y frustrar así las posibilidades de acercamiento que se abrirían en un nuevo período presidencial.
José Vicente puntualizó: "Más que provocar a Venezuela su objetivo (el de Uribe) es impedir un posible cambio de línea a partir del próximo 7 de agosto, cuando tome posesión Santos, y dinamitar cualquier política que apunte hacia el diálogo y la paz entre los dos países".
Percepción similar fue expresada en un comentario del diario mexicano La Jornada en el que se afirma que "Uribe Vélez pareciera empeñado en heredar a su sucesor un conflicto agravado con Venezuela y dejar, de paso, una diplomacia regional lesionada".
Por supuesto que todos estos planes de agresión y desestabilización contra Venezuela no pueden verse ajenos a la estrategia hegemonista y antiintegracionista del Gobierno de Estados Unidos que tiembla ante las posibilidades y ante las realidades cada vez más concretas de unión e integración dentro de su otrora "patio trasero" y maniobra desesperadamente para reconquistar el poder y la influencia que caracterizaron al imperio en la región.
Para lograrlo no le basta ya con sus propias fuerzas y debe recurrir a "caballos de Troya" dispuestos a hacer el trabajo sucio de división e intriga sobre el terreno como fue en el caso de Honduras con Micheletti y es ahora en Colombia con el saliente Uribe, que intenta dejar como herencia una situación sin retorno en las relaciones con Venezuela.
Ante el ambiguo rol de la desacreditada e inútil OEA, a la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), de reciente creación y actuación, corresponde hacer frente al diferendo y hallar una solución justa que respete la integridad territorial y la soberanía de todos, esclareciendo las acusaciones falsas.
Sin embargo, no será fácil lograrlo mientras el actual régimen de Uribe ocupe allí la representación colombiana e impida el consenso total requerido según las normas actuales de UNASUR, favorable a la solución y al diálogo como forma de entorpecer cualquier acción conjunta de los países sudamericanos en este o en otros temas.
Referido a la cita de cancilleres de UNASUR, el diario mexicano La Jornada comenta que: "El resultado del cónclave que se realizó en la capital ecuatoriana (…) no es sorpresivo: desde su llegada a Quito, el canciller colombiano Jaime Bermúdez declaró que asistía a la cita "sin mayores expectativas" y señaló que sólo esperaba ver cómo se "desenvuelve la reunión". En esa misma tónica, el gobierno de Bogotá rechazó, en horas previas a la realización de la cumbre, una propuesta de "plan de paz" elaborado por el gobierno venezolano, que había sido interpretado por diversos analistas como un gesto de distensión y de buena voluntad".
Entretanto, el líder de la Revolución Bolivariana lamentó que el Presidente saliente de Colombia "apueste a la agresión permanente como estrategia de Estado para resolver los problemas que aquejan a la sociedad colombiana".
El domingo último en su habitual columna de Las Líneas de Chávez, se refirió al aumento de violencia con que viene actuando la administración Uribe a sólo una semana de que entregue el poder a su ex ministro de Defensa, Juan Manuel Santos.
Y en esa dirección envió un mensaje de alerta a los colombianos: "Debe entender el pueblo colombiano que en la Venezuela bolivariana no tenemos ni sindicalistas asesinados, ni desplazados, ni fuerzas insurgentes a lo largo y ancho del país; no tenemos grupos paramilitares, ni importantes extensiones de tierra al servicio de la producción de drogas, ni bases militares estadounidenses, ni fosas comunes ahítas de cadáveres. Nadie puede ignorar que estos sí son elementos definitorios de la realidad colombiana".
Asimismo recordó lo que muchos otros han insistido en relación con la política del gobierno colombiano: "Es un incendio que se ha expandido hacia nuestras fronteras: hacia Ecuador, hacia Venezuela sobre todo, hacia parte de Brasil también en menor medida. El incendio hacia Venezuela pasa, ¿cómo evitarlo? Guerrilla, paramilitares, sicarios, narcotráfico, asesinatos, violencia. De ahí la imperiosa necesidad de que asumamos una política hacia la paz". Buscar y mantener la paz, ese ha sido y es el mensaje de la Venezuela bolivariana a Colombia y al mundo.
Junto a estas realidades no podemos olvidar que las pretensiones de Estados Unidos persiguen un doble objetivo: profundizar el control político y militar sobre Colombia, convertida ya en pieza del Imperio y a partir de ahí desestabilizar y liquidar a la Revolución Bolivariana de Venezuela y a su líder Hugo Chávez, devenidos obstáculos fundamental a sus planes, acusador constante y —sobre todo—, elemento de referencia e inspiración para las luchas de otros pueblos latinoamericanos y caribeños.
Estar alerta es poco. Hay que prepararse para dar una batalla que es de todos porque en ella se juega el destino, el futuro y la independencia de esta América Nuestra.
Cortesía de Victor Moscos
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