por Angel Guerra Cabrera
Una prueba contundente de la singular trascendencia de las elecciones del
domingo 26 de septiembre para el avance o el retroceso de la revolución
bolivariana y, por consiguiente, de la independencia alcanzada en la última
década por América Latina, ha sido la feroz campaña mediática desencadenada
por Washington contra el gobierno de Hugo Chávez.
Los ataques contra Chávez han existido desde que luchaba por la presidencia,
pero el grado de intensidad, de grosería y de ausencia total de escrúpulos a
que han llegado en la etapa en que el país se encaminaba a estos comicios
legislativos no tiene precedente. Como apunta el académico estadounidense
Mark Weisbrost en el acreditado diario de Manchester (Inglaterra), The
Guardian (es obvio que en su país no sería publicado): ni siquiera en el
preámbulo de la invasión de Irak se vio una conducta tan "monolítica" de los
medios estadunidenses e internacionales, y pone como ejemplo, y desmonta la
cantilena sobre el supuesto desastre de la economía venezolana. Aunque si
vamos a establecer gradaciones en la sinvergüencería mediática habría que
reconocer que por lo menos en castellano se llevan las palmas CNN, El País y
demás medios corporativos españoles y, por supuesto, sus congéneres de
Venezuela.
Hay datos asombrosos cuando se analizan las acusaciones de la mafia
mediática global sobre la "censura" y "colonización" de la prensa por
Chávez. Según reportes muy recientes, por ejemplo, 75 por ciento de la
propaganda electoral emitida por las televisoras venezolanas llama a votar
por la oposición, lo que se explica porque las cadenas privadas continúan
controlando la mayor parte del espacio radioeléctrico y trasmiten más tiempo
de propaganda electoral en favor de la oposición que las de propiedad
pública favorables al chavismo. Asimismo, se ha observado en la prensa
venezolana un incremento de la manipulación mediática contra el gobierno de
Chávez hasta cotas insospechadas, ya en la recta final de la campaña
electoral.
En Venezuela, debe recalcarse, no asistimos a un proceso electoral entre
partidos políticos que comparten los valores del capitalismo, como pueden
ser los conservadores y socialdemócratas europeos. ¡No! Las elecciones
venezolanas son una batalla política de clase contra clase. De los obreros,
los estudiantes y profesionales, los excluidos y marginados en todos los
órdenes por la cuarta república –hoy trasformados en el gran sujeto del
cambio social–, contra el imperialismo de Estados Unidos, representado por
la burguesía y la oligarquía locales, siempre serviles al imperio y devotas
del Miamian way of life, un espejismo, por cierto, que ya no puede
sostenerse por más tiempo.
Estas clases parasitarias del modelo rentista petrolero carecen de otra
propuesta política que no sea eliminar a Chávez para volver a la Venezuela
esclava del imperio, sin verdadera democracia ni justicia social ni mucho
menos soberanía, ya en camino de ser demolida definitivamente si el chavismo
no gana estas elecciones. Es debido a ello que Estados Unidos, la derecha
mundial y la contrarrevolución burguesa nativa han desplegado todos sus
cuantiosos recursos económicos, mediáticos y subversivos con el fin de
arrebatar al chavismo cuantos asientos puedan en la Asamblea Nacional, pero
listos, si el resultado no los satisface, para desconocer las elecciones
alegando que no han sido limpias para entonces lanzar sus huestes a la
calle, como hicieron cuando el golpe de Estado de abril de 2002. Esto es un
sueño delirante de una noche de verano, derrotado entonces y que hoy tendría
aún menos posibilidades de éxito, pero los revolucionarios deben siempre
prepararse para la peor de las opciones frente a una contrarrevolución
racista, que odia a los pobres y cuyo resentimiento puede exacerbarse de
verse electoralmente aplastada.
Mientras la contrarrevolución ha confiado su campaña electoral a la
televisión y los periódicos mercenarios, el chavismo la ha sustentado en el
trabajo político barrio por barrio y casa por casa y en grandes
movilizaciones, muchas veces con Chávez al frente. Un esfuerzo de esta
magnitud no habría sido posible de no haberse creado el Partido Socialista
Unido de Venezuela, fogueado ya en otras contiendas, que junto con el
Partido Comunista y otros aliados ha estado dando esta batalla, convenciendo
a cada familia de que ir a votar por los candidatos bolivarianos es una
cuestión de vida o muerte para la revolución.
Cortesía de Teodoro Guerrero
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