*Disposición natural*
La capacidad creativa del ser humano es asombrosa. Constituye la verdadera
esencia de la arrogante especie, capaz de obras sublimes tanto como de los
más viles crímenes contra la Vida, que es el máximo tesoro con que cuenta
cada ser vivo.
En consecuencia, la calidad de la Vida, o sea, el nivel de satisfacción de
las necesidades y el reconocimiento de la dignidad de cada individuo
constituyen el índice superior para juzgar las conductas de los hombres y el
desarrollo de las sociedades.
Es algo totalmente opuesto a la obsesión por elevar el PIB primario,
destruyendo la Naturaleza con la consecuente desaparición de las
características ambientales que permiten el desarrollo de la Vida tanto como
su conservación.
Por su lado, la creatividad desborda con creces la habilidad productiva,
aunque es la que la jalona dando cuenta del fundamental desarrollo de las
fuerzas productivas que es la matriz objetiva de las nuevas formas sociales.
Desde luego, acá cabe aclarar que ese desarrollo de fuerzas productivas debe
recibirse con beneficio de inventario, pues no sólo no es la panacea
universal que derrota y remplaza todo lo viejo, sino que nos tiene al borde
de la extinción su distorsión para servir los intereses de los potentados.
Han resuelto convertir el Mundo en un basurero aprovechando la insólita
productividad derivada de la automatización. Los tiene sin cuidado que ésta
serviría para garantizar la abundancia de bienes de uso capaces de
satisfacer las necesidades de todos librándolos, adicionalmente, de la
maldición bíblica de “ganarse el pan con el sudor de la frente”.
Prefieren degenerar las necesidades de consumo fomentando la producción de
mercancías desechables que satisfacen necesidades vanas mientras contribuyen
a destruir la biosfera sin solución de continuidad, en forma creciente y ya
insoportable. Enmendar semejante error letal les corresponde a las mayorías
mansas, dignas, conscientes y valientes.
Pero el ámbito de la creatividad no tiene límites, como lo comprobamos
constantemente a medida que las creaciones humanas se despliegan abundante e
ingeniosamente, sin fronteras físicas, ni mentales, ni culturales; ni,
muchos menos, genéticas.
Sólo la condiciona el interés de las clases dominantes por mantener a las
mayorías sumidas en la miseria, el sufrimiento, la enfermedad, la hambruna,
la abyección, la humillación y el dolor, mediante la represión, la difusión
de la ignorancia y el abandono.
No obstante, la creatividad se puede expresar (y lo hace) en todos los
campos del quehacer humano, incluyendo los del espíritu, como las artes, la
ciencia y las humanidades.
Esa disposición natural para improvisar soluciones y para fantasear, que son
asuntos eminentemente creativos, constituye una manifestación genética que,
no obstante, puede deteriorarse por las condiciones de vida adversas. Sobre
todo por los desequilibrios artificiales impuestos por las sociedades
jerárquicas que condenan a la desnutrición a las mayorías, desde su más
tierna infancia o, inclusive, desde el mismo momento de la fertilización del
óvulo.
O hasta desde antes, según lo denunciaba Héctor Abad Gómez, un ser realmente
digno que cayó asesinado por los paramilitares que sustentan la existencia
de las clases emergentes. Según su hijo, en el libro “El olvido que
seremos”, p. 217: “*Aun antes de nacer, en relación a la comida que consumen
sus madres, ya empiezan su vida intrauterina en condiciones de inferioridad*
”
De esa manera impiden que sus cerebros alcancen el grado de desarrollo que
les es innato, con el que habrían de haber nacido dotados para realizarse
plena e integralmente como personas capaces de aportarle a la Humanidad las
singulares obras de su creatividad a título de individuos únicos e
irrepetibles, dignos de todas las consideraciones.
Por desgracia, a los subyugados empobrecidos se les impide vivir
desarrollándose plenamente como personas, sin limitaciones arbitrarias
impuestas por los desalmados potentados, autores del mortal esquema social
dominante pero, afortunadamente, ya en franca decadencia.
Al contrario, muchos desamparados son obligados a sacrificar sus vidas en
plena juventud para defender los privilegios de los enemigos comunes.
Tal carnicería ha sido lo típico en las sociedades dominantes en la
Historia. Y es lo que desean los sionistas, desesperados por desatar la
guerra mundial que los salve de pagar sus milenarios y abominables delitos
contra los palestinos, el medio ambiente y la Humanidad entera.
*Proezas del sionismo*
Los grandes retos mundiales son, por un lado, la ofensiva arrasadora de los
potentados contra la biosfera, y, por el otro, las maniobras sionistas para
desatar la guerra mundial, ahora con el expediente de impedir que Obama
cumpla su devaluada palabra de muñeco de ventrílocuo que, en 2010, había
prometido admitir, en vez de vetarla como se lo han exigido sus amos
sionistas, la creación del Estado de Palestina en 2011.
Pero es algo que no ha aceptado el verdadero vocero de la “Continuity of
Goverment” (COG) -que gobierno en USA desde hace años, en la sombra, con
ámbito global-, el sionista despiadado y mesiánico, el degenerado genocida
Benjamín Netanyahu, convencido de que todos somos idiotas o cobardes, de
modo que no nos atreveremos a cuestionar las decisiones del macabro “pueblo
elegido”, a no ser que estemos dispuestos a recibir los castigos de Yahvé.
Éstos serían implementados por sus genocidas favoritos o “elegidos”, los
semitas alienados por el sionismo y poseedores de una capacidad de
destrucción inmensa, reforzada con la de su gran colonia americana; pues el
extraño monstruo que se atribuye la creación del universo, ya como que nos
olvidó o, quizás, también murió pero sus elegidos no lo saben, de modo que
siguen adelantando sus crímenes para la mayor gloria de su aterrador dios.
O, al menos -como pueblo maldito descendiente del impostor Jacob, enemigo
teológico y, por ende, irreductible, permanente e incondicional, de la
especie humana-, para ocultar sus culpas de todo tipo bajo montañas de
cadáveres a fin de poder continuar atropellando a todos los pueblos, sin
consideraciones de clase u origen étnico.
Sólo nos liberaría declararnos fanáticos religiosos del “dios de los
ejércitos”, en caso de que los fundamentalistas sionistas, tan celosos de su
grandeza, lo admitan, lo cual es bastante difícil porque temen que les
quiten algún cupo de los 144.000 que irán en cuerpo y alma al cielo
sionista. En consecuencia, lo que nos han decretado es la extinción.
Pero, si actuamos con la dignidad innata en cada uno, rechazando las
perversidades ideológicas con que suelen distorsionarla los manipuladores de
los pueblos, podremos vencerlos haciéndolos entrar en razón pues, aunque sus
levitas les impidan entenderlo, los judíos también son humanos comunes y
corrientes, capaces de actuar con dignidad, respetando la Vida y la Tierra
que la alberga.
No todos están comprometidos con el Fin del Mundo para satisfacer las
locuras de Yahvé. Y, como también usan cerebro, pueden entender lo que
significa su odiosa condición de “pueblo elegido”, pues, objetivamente, se
declara enemigo de los “no elegidos”, que seríamos todos los demás.
Desde luego, tal pretensión es absurda para la inteligencia, por
antinatural, tanto como inaceptable por los condenados. Pero podremos
evitarla si reaccionamos, como lo están haciendo las multitudes conscientes,
resueltas a actuar soberanamente, sin someterse a demagogos que las
suplanten, independientemente de la ideología con que lo pretendan.
Cada vez los impostores tienen más dificultades para que sus presuntas
calidades superiores sean admitidas por la gente decente y digna, que se
reconoce igual legalmente a cualquiera, ni superior ni inferior. Por eso,
los ciudadanos normales no desprecian ni reverencian a nadie, ni admiten
como verdades incuestionables las sandeces en que los impostores basan sus
falsas superioridades.
Conviene no olvidar que el cínico criminal Netanyahu ha preferido
demostrarle al Mundo que quien manda es él, de modo que, en vez de aceptar
que la ONU reconozca la existencia del Estado de Palestina, exige prolongar
las desiguales conversaciones de paz con las “autoridades” palestinas
mientras ordena construir cientos de viviendas más en la Jerusalén que han
ocupado ilegalmente, prevalidos con la palabra de Yahvé que, evidentemente,
es superior a la de cualquier mortal o a la de todos los mortales juntos que
no alaben al dios judío.
De similar tenor es su negativa a presentarle excusas a Turquía por el
asesinato de nueve inermes ciudadanos suyos, el 31 de mayo de 2010, cuando,
en la Flotilla de la Libertad, llevaban muestras de solidaridad para las
víctimas más sufridas del sionismo, desde siempre, los despojados
palestinos, refugiados en la Franja de Gaza que ha sido convertida en un
campo de concentración por las víctimas del desquiciado Hitler y sus huestes
nazis, ahora superiores en maldad a su verdugo del siglo XX.
El premier sionista se esmera en promover hechos cumplidos que ensombrecen
aún más el futuro de los condenados a la extinción para la mayor gloria de
Yahvé o, mejor, de los ambiciosos, arrogantes, insensibles y despiadados
dirigentes teocráticos que, como Moisés o Josué, hablan personalmente con el
peligroso creador de su restringido y excluyente paraíso.
No hay dudas de que el premier sionista confía en desatar la guerra mundial
antes de que la ONU vuelva a tratar el reconocimiento de los derechos de los
palestinos víctimas de los persistentes criminales que se enamoraron de sus
tierras tras las andanzas de Abraham, hace miles de años.
Obviamente, si los indignados no recuperan el ejercicio del poder por los
pueblos, sin intermediarios, no sólo para alguna clase social
ideológicamente limitada y pervertida que se sienta predestinada, sino para
todos los humanos, el Fin del Mundo planeado por los sionistas para
cumplirle sus caprichos a Yahvé, será una realidad impuesta por los dogmas
de las tres religiones monoteístas provenientes del marido de la bella Sarai
y tío de Lot, el mañoso Abram, posteriormente llamado Abraham.
*Turno popular*
Ahora les toca aprovechar y ejercer esa capacidad de autogobierno a los
pueblos que han logrado derrocar a los dictadores de Túnez, Egipto y Libia.
Son los pioneros de la revolución mundial heterogénea, que he llamado en
otros escritos “revolución específica”, aludiendo a que adelantarla le
incumbe a toda la parte sana de la especie humana en cuyos miembros son
bastante escasos, o no existen, los psicópatas despiadados e inescrupulosos,
sedientos de poder y riqueza, que abundan en las élites de todas las
ideologías, laicas, militares o religiosas.
No obstante, con frecuencia esta gente buena se ve obligada a matar, como
tanto jóvenes usanos sacrificados por “patriotismo”. Así se desequilibran
mentalmente al verse convertidos en asesinos. Son muchos los casos que
ilustran esta terrible realidad que explica las matanzas de Campo Elías en
Colombia o las de Timothy McVeigh en USA, entre tantas más.
Por eso, es indispensable responder con la revolución mundial, protagonizada
por los indignados de todas las clases, pintas y colores, a los planes
apocalípticos de las tres religiones monoteístas.
Desde luego, tal revolución deberá adecuarse a las circunstancias de cada
pueblo, respetando su independencia, su cultura y sus costumbres, siempre y
cuando no atenten contra la dignidad humana y respeten la Declaración
Universal de los Derechos Humanos.
Estará abierta a la participación libre, incondicional y espontánea de todo
el que desee intervenir en la solución de los problemas y los desafíos
comunes, a todo nivel, mediante el ejercicio de la democracia directa cuya
obligación es distribuir equitativamente el disfrute del poder y la riqueza,
de modo que nadie valdrá más que nadie en estos terrenos.
Los tres pueblos precursores de la Nueva Era (o post-historia), contando con
el respaldo de todos los hombres de buena voluntad, tienen la oportunidad y
la obligación de apropiarse de su destino, definiendo las reglas y los
mecanismos para construir una sociedad horizontal (o plana) y próspera para
todos.
De ninguna manera podemos permitir que políticos profesionales, burócratas
indolentes y extranjeros imperialistas, les roben sus victorias iniciales,
los suplanten y les impongan la fracasada institucionalidad liberal que les
han decretado Angela Merkel, Nicolás Sarkozy, el *capo di capi*, Silvio
Berlusconi, y las demás lacras dominantes en Europa, siguiendo las
recomendaciones del Imperio sionista (Israel y USA) diseñado por la
masonería y dominante desde la Revolución Francesa, por lo menos.
No tenemos derecho a olvidar que la falsa “democracia representativa” les ha
permitido a los burgueses acceder por turnos al ejercicio del gobierno a
costa de constantes vaivenes sociales que son pagados por el pueblo sumiso
o, mejor, sometido y reprimido aprovechando que suelen dejarlo inerme,
prácticamente indefenso, aunque no faltan los rebeldes, llenos de dignidad,
que dan ejemplo.
De hecho, lo que corresponde es reivindicar el verdadero ejercicio del poder
por el pueblo, sin intermediarios, manifestado en Asamblea Multitudinaria,
Global, Virtual y Permanente.
De esta manera, cada individuo dispondrá de toda la libertad, toda la
información y todas las facilidades para intervenir en la definición de la
inédita institucionalidad que sustentará una sociedad horizontal, respetuosa
de las culturas y las tradiciones, unida por lazos globales o mundiales con
los demás pueblos amantes de la libertad y defensores de la dignidad de cada
persona por el maravilloso hecho de que exista.
La convivencia, entonces, se dará en términos de igualdad, tolerancia,
respeto, solidaridad y mutuo beneficio, en medio de un cuidado diligente de
la madre Naturaleza que nos involucrará a todos.
El examen minucioso de las propuestas permitirá identificar los intereses a
los que sirven, de modo que las personas puedan saber a qué atenerse, en
caso de acogerlas o de rechazarlas.
En consecuencia, hay que repudiar a los políticos profesionales
(politiqueros) que viven como cortesanos negando, en los hechos, cualquier
rastro de igualdad, libertad y fraternidad en las repúblicas que han
adoptado la impostura de la democracia “representativa”, liberal o burguesa.
Ésta fue impuesta por los manipuladores de la Revolución Francesa que
despojaron a los ciudadanos del común de su derecho a ejercer una verdadera
democracia. Impidieron que las masas enfurecidas se convirtiesen en
multitudes conscientes y pensantes, capaces de intervenir en la definición
del destino común.
Apenas ahora se nos vuelve a presentar esa oportunidad como especie capaz de
gobernarse a sí misma en términos gratificantes para todos.
En la actualidad, los indignados están en condiciones de tomar en sus manos
su propio destino, estableciendo un nuevo contrato social en cuya
elaboración participen todos los que lo deseen, discutiendo, analizando,
proponiendo, apoyando, rechazando.
Deliberando, en fin, en un plano de igualdad, sobre lo que serán las
sólidas, estables (aunque no rígidas como los dogmas), y claras normas o
cláusulas sociales que regirán su vida en común, desde la aldea hasta el
Mundo entero, según corresponda.
Habrá de crearse un gobierno público orientado por el pacto democrático y
ejercido libre y ampliamente por quienes deseen participar. Estará libre de
individuos superiores o predestinados, o, simplemente, ambiciosos
megalómanos que gobiernen a los demás.
En consecuencia, las constituciones de que se doten los pueblos no pueden
surgir de camarillas que, luego, las “legalizarían” mediante procesos
eleccionarios no deliberantes, conocidos como referendos, plebiscitos o como
sea.
Esta original y novedosa norma fundamental habrá de consagrar los derechos y
los deberes de los ciudadanos, sin exclusiones discriminatorias, tras un
proceso de discusión tan largo, descarnado y profundo como sea necesario
para alcanzar consensos entre quienes posean ese espíritu político que los
motiva a ejercer su libertad en busca de la igualdad que reconozca la
dignidad de todos.
De ahí que la unanimidad sea un resultado factible, realmente el esperado
del ejercicio amplio, inteligente, desprevenido y generoso de la democracia
directa.
Su método es la persuasión en vez de la imposición o la seducción irracional
que caracterizan a la falsa democracia ejercida en las sociedades
piramidales reproducidas por el capitalismo y por el tal “socialismo” real,
que han pretendido ser menos despóticas que las monarquías absolutas.
Como sabemos -por lo menos desde que Nikolái Gógol con sus “Almas muertas”
denunció el mecanismo de las elecciones espurias fundadas en la votación de
los muertos que sufragan y que se presenta en todas las repúblicas-, los
falsos “representantes” generalmente alcanzan a ser elegidos con base en
mayorías espurias, que se manifestarían votando pero que sobre nada opinan
ni en ningún asunto público intervienen, a no ser para lamentar su
impotencia ante unas autoridades que las oprimen y traicionan pero que
sostienen que las representan con todo derecho, “legítimamente” aunque de
manera realmente ilegal.
Desde luego, un ejercicio completo de esa sólida democracia auténtica, ajena
a leguleyadas y cohechos, habrá de crear todas las instituciones que la
comunidad considere necesarias para la realización plena, segura y amable de
cada miembro de la especie en ese paraíso terrenal que estamos en
condiciones de construir si nos deshacemos de los impostores y sus amos
potentados.
¡Los hermanos árabes tienen la palabra! ¡A todos los amantes de la Vida nos
corresponde apoyarlos! ¡En esas estamos!
saguete@gmail.com
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