lunes, 10 de diciembre de 2012


 Chávez y nuestros retos.



Nuestro Chávez y nuestros retos.
Le vi, flanqueado por Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, sin suponer
siquiera yo cuánto dolor podría sentir en su corazón de soldado herido
inesperadamente en la batalla. De inmediato, experimenté, lo confieso,
un nudo en la garganta, y una profunda tristeza me invadió. Hugo
Chávez, devenido en paradigma de los pobres de toda nuestra América,
anunciaba la continuación de su tenaz batalla contra el cáncer. Si la
desazón me agobió, él mismo me impregnó de optimismo y me hizo
corroborar que este hombre humano, bendecido mil veces por la
admiración de nosotros, es un ser especial. De ese tipo de hombre que
tanto necesitamos en nuestras trincheras y en nuestros combates por el
futuro.


Supe, entonces, que poco le importaba a él su suerte personal, el
destino que inesperadamente pueda depararle la vida. Había algo más
importante para él que sobrevivir a la dolencia cruel, y no le vi
temor ni vacilación, ni tan siquiera una queja al hablar de ella y de
los riesgos que pueda enfrentar. Por encima de él, estaba en su
pensamiento el destino de su amada Venezuela, de su pueblo digno que
tantas lecciones nos ha dado.


Si pudiera compararle con alguien, inevitablemente, lo haría con
nuestro Fidel. Y es que América ha parido hombres de esta envergadura
cuando más necesita que aparezcan. Eso los hace, ciertamente,
imprescindibles.


Chávez es imprescindible aunque, entiéndase, no me refiero en el
sentido estricto y semántico de la palabra, ya que Chávez no es
exclusivamente ese ser humano, batallador y tenaz, que tanto nos ha
inculcado y tanto ejemplo ha diseminado por doquier. Chávez es, como
Fidel, parte de nosotros mismos, de nuestra forma de ver la vida, de
la manera en la que debemos comportarnos ante las adversidades. Chávez
es el reto que llevamos dentro de nosotros para ser mejores cada día y
más útiles para la Patria que amamos por encima de nuestras propias
ambiciones y anhelos personales.


Estoy seguro que, como Bolívar, Chávez batallará, corajudamente, lleno
de fe, por vencer este nuevo reto. Tiene para ello un incentivo nada
despreciable: el eterno amor a su pueblo. Y cada uno de nosotros,
piense o no en un Dios, orarará respetuosamente porque salga vencedor.


Recuerdo que hace uno cercano tiempo tuve la oportunidad de hablarle a
varios hermanos venezolanos en mi condición de viejo luchador
latinoamericano. En esencia, les dije, les reclamé cara a cara,
admirado por su bella gente y mi amor eterno a Venezuela, que era
necesario que cada uno recapacitara sobre cuánto era necesario cambiar
cada uno para serle más útil a la Patria, para ser aún más digno
compañero  de trinchera de Chávez. Entonces no sabía que la
premonición de mis palabras, su urgencia, cobrarían más importancia e
inmediatez.


Aprendamos de Chávez, como hemos aprendido de Fidel. Hoy, mientras él
libra estoicamente su batalla humana, nosotros debemos librar la
nuestra con entera dignidad. No hacerlo, sería traicionarle y
traicionar, de paso, el bello sueño de una Venezuela mejor y más
digna. Ser fiel a Chávez, como él lo dijo es, primero que todo, ser
patriotas.


Estar más unidos y firmes para las nuevas batallas constitucionales
que se  avecinan, no importa cuál sea el contexto político en que
debamos de librarlas, es la mejor forma de honrar a ese ser devenido
en gigantesca masa de pueblo. Dejar a un lado todo aquello que nos
envenena la pureza del alma, los anhelos personales, el malsano afán
de protagonismo, la duda hueca y sin motivo, el resquemor que daña
nuestras convicciones, nuestras indebidas actuaciones que siembran
recelos en las masas, es la única fórmula para honrar a nuestros
mártires, a Chávez y a la libre Venezuela con la que soñamos.


Nosotros, los latinoamericanos que orgullosamente nos sentimos, sin
pedirle permiso a nadie, también entrañablemente venezolanos,
reclamamos a ese maravilloso pueblo, a los cuadros del PSUV, a los
partidos y fuerzas de izquierda con heroica tradición de lucha, a los
miembros de las izquierdas que avanzan por equivocados derroteros, al
contrincante político no viciado por el entreguismo al sucio amo
extranjero, a estar más unidos que nunca en este momento singular para
Venezuela. La Patria debe estar por encima de todos como madre
agradecida.


Nicolás Maduro y la generación de cuadros emergentes dentro de la
Revolución Bolivariana tienen clara la enorme responsabilidad que
asumen para continuar la obra de Chávez. Ellos merecen nuestra
confianza y apoyo. Ellos deben forjar la unidad y la organización
necesaria para que la Patria camine, airosa y pletórica de dignidad,
hacia el mañana. Ellos sabrán ser inclusivos, siempre que no se ponga
en peligro en destino de la Venezuela que anhelamos. Ellos deben saber
enfrentar los retos políticos que se avecinan.


No sé realmente, y nadie lo puede predecir, si Chávez saldrá airoso de
este enorme reto por la vida. Yo, particularmente, confío en su
condición de batallador. De lo que si estoy enteramente seguro, es que
Chávez está vivo y estará vivo siempre en su pueblo. Su obra
emancipadora e inclusiva, nunca podrá ser borrada de la historia de
Venezuela, pues él, como Bolívar y Miranda, marcaron hitos de gloria
en la misma. Chavéz vivirá eternamente en nosotros.


Ratifico, pues, su decisión y admiro su inimitable patriotismo.
Seguiré dispuesto siempre para servirle a mi amada Venezuela, como a
mi Cuba amada, como a mi América toda. Hoy no hay espacio para el
desánimo y el dolor. La espada de Bolívar nos reclama optimismo y fe
en la victoria. El 16-D debe vernos como vencedores.

                                  saguete@gmail.com

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