viernes, 20 de mayo de 2011

Una mirada al Reino Unido, Estados Unidos y Europa.




Una mirada al Reino Unido, Estados Unidos y Europa.

Pregunta: ¿Hasta qué punto son libres y democráticas nuestras sociedades?

Noam Chomsky: Atendiendo a estándares históricos, estas sociedades son
bastante libres. Son democráticas en el sentido de que tienen
elecciones formales que no están amañadas y todo eso. No son
democráticas en cuanto a que hay otras fuerzas, que no tienen nada que
ver con lo popular, que afectan de manera determinante a quién puede
presentarse a unas elecciones. Estados Unidos es el caso más extremo a
este respecto. En este momento, las elecciones en Estados Unidos están
básicamente compradas. No puedes presentarte a unas elecciones a menos
que dispongas de una enorme cantidad de capital, lo que significa que,
aunque no representan ni al 1% de la población, son sobre todo las
grandes corporaciones las que proporcionan ese respaldo de capital. En
las elecciones de 2008, por ejemplo, lo que llevó a Obama a la
victoria final fue una sustancial ayuda procedente de instituciones
financieras que son ahora el núcleo de la economía. Se estima que las
próximas elecciones costarán unos 2.000 millones de dólares, y solo
hay un sitio al que acudir en busca de una suma de dinero semejante.

Antes solía haber un sistema de asignación de puestos en los comités
del Congreso a los que se accedía por veteranía y todo eso. Ahora
mismo, generalmente se exige que quienes aportan fondos estén en el
comité del partido, lo que significa que incluso esos puestos están,
en gran medida, comprados. Esto significa que la opinión popular está
mucho más marginada. Esto se ve muy claro en cualquier asunto del que
se trate. Se dice que el gran problema ahora mismo, a nivel nacional,
es el déficit. Pues bien, la gente tiene ideas sobre cómo acabar con
el déficit. Por ejemplo: gran parte del déficit es el resultado de un
sistema de salud altamente defectuoso cuyo coste per cápita es cerca
del doble que en otros países y que, en modo alguno, obtiene mejores
resultados; de hecho, los resultados son bastante más pobres. La
población se ha mostrado desde hace tiempo a favor de cambiar a un
tipo de sistema nacional de salud, que sería mucho menos caro y (a
juzgar por los resultados) nunca peor, incluso puede que mejor. ¡Solo
eso ya eliminaría el déficit! ¡Y ni siquiera se ha considerado!

P: ¿Qué es lo que realmente mueve nuestra política exterior y cómo nos
afecta eso a nosotros, los ciudadanos?

NC: La política exterior del Reino Unido y Europa tiende a seguir a
Estados Unidos; no completamente, pero EE UU sigue siendo el principal
conductor de la política exterior. No es ningún secreto qué es lo que
mueve la política exterior. Bill Clinton, por ejemplo, fue bastante
explícito sobre ello. Su postura, expresada con claridad en el
Congreso, fue que EE UU tiene derecho a llevar a cabo una acción
militar unilateral, apoyado en ocasiones por una –así llamada–
coalición de los dispuestos, para asegurarse recursos y mercados y que
debe tener fuerzas militares desplegadas –lo que significa bases
extranjeras en Europa y en cualquier otra parte– para modelar los
acontecimientos en nuestro interés. Nuestro interés no significa el
del pueblo americano, sino el interés de quienes diseñan la política;
fundamentalmente, las grandes corporaciones.

La política exterior puede emprenderse por vías que puedan perjudicar
a la seguridad. De hecho, no es infrecuente, después de todo. Si
seguimos la Comisión Chilcot [la comisión del parlamento británico
encargada de investigar el papel del Reino Unido en la Guerra de Irak.
N. del T.], la jefa del MI5 testificó –como mera extensión de algo que
ya se sabía– que tanto Estados Unidos como Gran Bretaña reconocían que
Sadam Husein no era una amenaza y que la invasión aumentaría, muy
probablemente, la amenaza del terror. Y de hecho, ¡lo hizo!
Aproximadamente siete veces en el primer año, según estadísticas cuasi
oficiales. Así que se emprendió una invasión que provocaría daños a
los ciudadanos de los países invasores, como en efecto ocurrió. Al
principio, por supuesto, los motivos se presentaron con las coletillas
habituales, es decir, con el dossier informativo que acompaña cada uso
de la fuerza, con alusiones a la democracia y a toda clase de
conceptos maravillosos. Cuando empezó a verse claro que los objetivos
de la guerra no iban a alcanzarse con facilidad, hacia el final de la
invasión, ciertas políticas se establecieron con claridad. En
noviembre de 2007, la Administración Bush emitió una Declaración de
Principios que establecía que cualquier acuerdo con Irak habría de
garantizar la capacidad ilimitada de las fuerzas norteamericanas para
operar allí –esencialmente, bases militares permanentes– y que dicho
acuerdo debería también asegurar la posición de privilegio de los
inversores de EE UU sobre los sistemas de energía. En 2008 Bush
reiteró, y de hecho, reforzó, este aspecto en un mensaje al Congreso,
en el que dijo que haría caso omiso de cualquier legislación que
limitara la capacidad norteamericana para usar la fuerza en Irak o que
interfiriera con el control norteamericano sobre el petróleo iraquí.
Esto se declaró muy clara y explícitamente. En realidad, EE UU tuvo
que dar marcha atrás en sus objetivos como consecuencia de la
resistencia iraquí; pero los objetivos en sí mismos fueron claros y
explícitos, y no tenían nada que ver con la seguridad de los
norteamericanos. Esto mismo es cierto en cualquier otra parte. Un
eminente especialista en Pakistán revisó recientemente las políticas
norteamericanas en Pakistán y Afganistán, revelando una vez más que
estas políticas están aumentando de manera significativa la amenaza
del terror y hasta posiblemente del terror nuclear. Sus conclusiones
fueron que los soldados norteamericanos y británicos están muriendo en
Afganistán para hacer el mundo menos seguro para los norteamericanos y
los británicos. Esto no es tan infrecuente. La seguridad no es,
típicamente, una prioridad esencial de los Estados. Hay otros
intereses.

P: ¿Hasta qué punto están influenciados los medios por los objetivos
del Gobierno y de las empresas?

NC: Hay casos en los que tiene lugar una interferencia directa del
Gobierno y de las empresas, pero no creo que ese sea el principal
problema en lo tocante a la influencia del Gobierno y las empresas
sobre los medios. Tomando a Estados Unidos como ejemplo, los medios
son grandes corporaciones, o sea que no es una cuestión de influencia
empresarial; son corporaciones que están estrechamente ligadas al
Gobierno. Hay un flujo constante de gente entre las corporaciones y el
Gobierno; las interacciones son muy estrechas. El entramado de
selección de los contenidos sobre los que se debe informar, cómo se
debe informar y demás está modelado de manera determinante por los
intereses compartidos de las élites del mundo de los negocios, el
Gobierno, etc. De hecho, en las universidades no es diferente, y puede
verse día tras día. No hay más que fijarse en la zona de exclusión
aérea en Libia. En Libia, la intervención –tanto si uno la aprueba
como si no– la están llevando a cabo las tres potencias imperiales
tradicionales: EE UU, Gran Bretaña y Francia. Hay una participación
marginal de algunos otros países de la OTAN, pero los principales
países rehúsan involucrarse, y muchos simplemente se oponen a ella.
Los BRICS [grupo integrado por cinco países con gran territorio y
población: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. N. del T.], por
ejemplo, están en contra, y Turquía no quiere involucrarse. Pues bien,
estos tres, este triunvirato imperial, dieron gran difusión en su
propaganda a una petición de la Liga Árabe sobre una zona de exclusión
aérea. La declaración de la Liga Árabe era bastante tibia, y así fue
calificada poco después, pero había, de hecho, una llamada en pro de
una zona de exclusión aérea. Al mismo tiempo, la Liga Árabe solicitó
una zona de exclusión aérea sobre Gaza. En Estados Unidos,
literalmente no se informó de eso. Aunque algunos periódicos pequeños
puedan haber hablado de ello, no hubo ningún medio importante –ni el
New York Times, ni el Washington Post, ninguno de los grandes– que
informara de ello. En realidad, en toda la prensa angloamericana, la
única mención apareció en el Financial Times. Bueno, se trataba de una
zona de exclusión aérea sobre Gaza… algo que no se ajusta a los
intereses norteamericanos y, en consecuencia, no era noticia. Al mismo
tiempo, la zona de exclusión sobre Libia sí que se ajustaba a los
intereses del triunvirato imperial, así que eso era una noticia
importante. Y este es el estándar; ocurre a todas horas.

Uno de los ejemplos más impactantes que nos dice algo sobre la cultura
intelectual generalizada tiene que ver con Wikileaks. La filtración
que recibió, con diferencia, la mayor atención en términos de
titulares y comentarios eufóricos fue que los árabes apoyaban la
política norteamericana con respecto a Irán, la hostilidad hacia Irán.
Eso estaba por todas partes y fue muy interesante, porque a lo que se
refería en realidad era a los dictadores árabes. ¿Y qué hay de la
opinión pública árabe? Bueno, eso también fue estudiado, y fue
estudiado por las más prestigiosas instituciones de encuestas
norteamericanas y publicado por instituciones tan prestigiosas como
Brookings. ¡La prensa no informó sobre estos estudios! En Estados
Unidos, literalmente no se informó. Creo que hubo un reportaje en
Inglaterra. Estos estudios colocan a Egipto como el país más
importante de la región, y en Egipto el 90% de la población considera
a Estados Unidos como la amenaza más importante. El 80% cree que la
región sería más segura si Irán tuviera armas nucleares. Solo un
pequeño porcentaje, puede que un 10%, considera a Irán una amenaza.
Esas cifras son bastante similares en toda la región. Pero para los
políticos, eso no tiene importancia. Mientras los dictadores nos
apoyen, ¿qué más da?

Esto nos lleva de vuelta a nuestra primera pregunta sobre la actitud
hacia la democracia. La actitud es que la población no importa,
mientras esté bajo control; y esto se puede comprobar. Este es, por
cierto, un problema bastante viejo. Si tuviéramos una información
seria sobre estos temas, no solo se informaría sobre la opinión
pública árabe, sino también sobre el hecho de que la política de
ignorar a la opinión pública árabe ha estado presente desde hace
tiempo. En los años 50, el presidente Eisenhower estaba preocupado por
lo que él llamaba la 'campaña del odio' en el mundo árabe; no por
parte de los Gobiernos, sino de la gente. En el mismo año, el Consejo
de Seguridad Nacional publicó un estudio que concluía que la
percepción entre la gente del mundo árabe era que Estados Unidos apoya
a las dictaduras brutales y violentas, bloqueando la democracia y el
desarrollo, y lo hace para mantener el control sobre sus fuentes de
energía. Acabó concluyendo que la percepción (de los objetivos en
política exterior) era más o menos exacta, y que, mientras los
dictadores nos apoyaran, ¿a quién le importa que haya una campaña de
odio?, siempre y cuando podamos controlar a la población… Eso se ha
mantenido como una política consistente, dramáticamente patente hoy
día, y como puede verse por la reacción a estas filtraciones e
informes con datos cruciales no publicados, se ha convertido en una
actitud generalmente aceptada entre los sectores mejor formados.

P: ¿Cuál es la verdadera naturaleza de la subversión informativa que
se aprecia en los gobiernos y las grandes corporaciones?

NC: Yo diría que, hasta ahora, hay miles de páginas con información
detallada sobre este tema. Sin ir más lejos, miremos los temas que
acabamos de mencionar. ¿Es importante para nosotros saber que la
invasión de Irak se emprendió con la expectativa de que aumentaría el
terrorismo?, ¿que se emprendió con la intención de asegurar que las
corporaciones norteamericanas tuvieran acceso privilegiado al petróleo
iraquí? ¿y que se convertiría en una base militar permanente de EE UU?
Yo creo que habría sido importante para el público saber eso. Creo que
sería importante para el público saber que la opinión pública árabe es
tan hostil al poder occidental (en concreto, a EE UU) que considera a
EE UU como la primera amenaza y cree que la región estaría mejor si
Irán tuviera armas nucleares. ¿Es importante para la gente de Estados
Unidos y Gran Bretaña saber eso? ¡Yo diría que sí! Y podríamos seguir
con otros casos. Por ejemplo, ¿es importante para los norteamericanos
saber que, si tuviéramos un sistema de salud similar al de otras
sociedades industrializadas, el déficit se eliminaría y no tendríamos
que ir contra las pensiones de los maestros o el pago de medicinas
para los ancianos, etc? Sí; creo que sería importante saberlo. ¡De
hecho, creo que eso debería ser un titular a toda plana!

Toda esta información puede obtenerse a poco que se investigue, pero
ni siquiera se menciona a los ojos del público.

P: ¿Qué influencia ejercen las grandes corporaciones en la sociedad?

NC: Las corporaciones juegan un papel determinante en la sociedad. No
creo que este hecho sea ni siquiera discutible. Adam Smith ya hacía
apreciaciones similares hace tiempo, señalando que en Gran Bretaña los
principales arquitectos de la política eran los comerciantes y los
industriales, la gente que era dueña de la sociedad, y se aseguraban
de que se sirviera a sus intereses sin importar el doloroso impacto
para el pueblo de Inglaterra. Esto es mucho más cierto hoy día, con
concentraciones de poder mucho mayores; ahora ya no somos solo
industriales: tenemos instituciones financieras y corporaciones
multinacionales. Tienen una enorme influencia, y esa influencia puede
ser no solo dañina, sino letal en muchos casos.

Tomando como ejemplo a Estados Unidos, las corporaciones han estado
realizando grandes campañas propagandísticas para convencer a la
población de que el cambio climático no es una amenaza. Esto ha
llevado, en efecto, a la mayoría de la gente a estar de acuerdo en que
no es un problema real. El capital privado ha sido también el
instrumento principal que ha llevado al Congreso a un nuevo grupo de
notables, unas figuras que son, prácticamente todas, negacionistas del
cambio climático. Estos individuos están a punto de aprobar una
legislación que reduzca los fondos del organismo internacional (el
IPCC) [Panel Intergubernamental para el Cambio Climático, el comité de
expertos auspiciado por la ONU para tratar este asunto. N del T.] y la
capacidad de la Agencia de Protección Ambiental, que puede que ni
siquiera sea capaz de monitorizar el efecto de los gases de efecto
invernadero ni de llevar a cabo otras acciones que podrían reducir el
impacto del calentamiento global, que es una amenaza muy seria. Esto
lo han hecho los ejecutivos de las grandes empresas mediante campañas
de propaganda y financiando a las figuras políticas que dinamitan esos
esfuerzos. Ellos comprenden tan bien como cualquiera que el
calentamiento global es una amenaza muy grave, pero aquí entra a jugar
el rol institucional. Cuando eres el consejero delegado de una gran
empresa, tu tarea es maximizar el beneficio a corto plazo. Eso es
mucho más cierto ahora de lo que lo haya sido nunca antes. Estamos en
una nueva fase del capitalismo de Estado en la que el futuro
simplemente no importa demasiado; ni siquiera la supervivencia de la
empresa importa demasiado. Lo que importa cada vez más es el beneficio
a corto plazo, y si no es eso lo que persigue un consejero delegado,
será reemplazado por otro que lo haga. Este es un efecto
institucional, no personal, y tiene extraordinarias implicaciones en
la sociedad. De hecho, podría destruir nuestra propia existencia.

P: ¿Hasta qué punto existe todavía un sistema de clases en las
sociedades occidentales?

NC: Las clases dirigentes están librando constantemente una dura
guerra de clases y son conscientes de ello. Si leemos la prensa de
negocios, se lamentan del peligro al que se enfrentan los empresarios,
del creciente poder político de las masas, de la necesidad de pelear
en la interminable batalla por las mentes de la gente, etc. ¡Y actúan
al respecto! Continuamente realizan grandes campañas que garanticen
que la concentración de poder en manos del sector empresarial siga
creciendo. En los últimos treinta años, más o menos, ha habido cambios
en la naturaleza de la economía, que se ha desplazado desde el
capitalismo hacia el capitalismo de Estado. Gran parte del dinamismo
de una economía proviene del Estado; los ordenadores, Internet, la
revolución tecnológica, etc. Las aplicaciones vienen del sector
privado, pero no la investigación y el desarrollo. Eso sigue siendo
cierto en todas las áreas. En los últimos treinta años ha habido un
cambio significativo hacia la 'financialización' de la economía. Las
instituciones financieras tienen ahora una cuota mucho mayor en los
beneficios económicos de la que tenían hace cuarenta años. Se ha dado
también otro desplazamiento hacia la externalización de la producción,
que, en realidad, coloca a los trabajadores de todo el mundo en
competición, con consecuencias obvias. Esos movimientos han puesto en
movimiento un círculo vicioso en el que la riqueza esta cada vez más
concentrada en una población extremadamente pequeña. En Estados
Unidos, el primer factor de desigualdad es la concentración extrema de
la riqueza en una fracción del 1% de la población, que incluye a
consejeros delegados, directores de fondos de inversión, etc. Según
aumenta esa concentración de la riqueza, lleva consigo una
concentración de poder político, dado que la riqueza tiene un enorme
efecto sobre el sistema político, y el poder político, a su vez,
conduce a una legislación que refuerza la concentración de la riqueza.
Políticas fiscales, desregulaciones, normas sobre los estatutos de las
empresas, etc. Este ciclo existe en todo el mundo, pero en Estados
Unidos es demoledor. Como muestra, en la última generación hemos visto
repetidas crisis financieras que simplemente no se daban en los años
50 o en los 60, cuando las medidas de new-deal [programas económicos
intervencionistas impulsados en los años 30 por Roosevelt para superar
la Gran Depresión. N. del T.] todavía estaban vigentes y el sistema
financiero estaba mucho más restringido. Las crisis cada vez mayores
ya no son un problema para los grandes bancos y los grandes inversores
porque pueden confiar en papá Estado para que los rescate. Si
tuviéramos un sistema capitalista, las crisis financieras serían
graves, pero sus consecuencias se saldarían únicamente con la
bancarrota de los culpables, con lo que Goldman Sachs, JP Morgan Chase
y Citigroup simplemente no existirían; ¡habrían entrado en bancarrota
hace mucho tiempo! Pero como no estamos en un sistema capitalista, han
sido rescatados de manera reiterada por el contribuyente. De hecho, se
los ha considerado por parte de las políticas reguladoras
gubernamentales como "demasiado grandes para caer", y las agencias de
calificación lo tienen en cuenta. Cuando establecen el nivel de riesgo
de Goldman Sachs, tienen en cuenta que, si se embarcan en muchas
transacciones de alto riesgo y, por tanto, consiguen un enorme
beneficio que termina colapsando el sistema, habrá un rescate que hará
subir la calificación de esas firmas, lo que significa que podrán
obtener créditos más baratos, y así sucesivamente. Mientras tanto,
para el grueso de la población de las últimas generaciones –es decir,
para la abrumadora mayoría– los ingresos han descendido de manera muy
notable, mientras que las horas de trabajo han aumentado y los
beneficios se han reducido, lo que ha llevado a una población
enfadada, frustrada y confusa que está mucho más distanciada de las
decisiones políticas. Decisiones que están, en enorme proporción, en
manos de una concentración de poder extremadamente pequeña; y los
medios de comunicación colaboran en ello, ya que son esencialmente
parte del sistema. Hay algunas voces críticas en la periferia –después
de todo, esta es una sociedad libre– pero las fuerzas mayoritarias
tienden a apoyar al sistema. Estas son tendencias muy
antidemocráticas, y también bastante peligrosas.

Una mirada a los conflictos.

P: ¿Cuál es su visión de la 'guerra global contra el terror'?

NC: El problema es que no existe. No se combate al terror con acciones
que se sabe de antemano que aumentarán el terror. La invasión de Irak,
de nuevo, se emprendió con la expectativa de que aumentaría el
terrorismo, y de hecho lo hizo. Eso no es una guerra contra el terror.
No debería haber una guerra contra el terror, sino esfuerzos para
debilitar al terror. Los modos de hacer esto son bien conocidos y
entendidos. Gran Bretaña es un ejemplo perfectamente válido. Tomemos,
por ejemplo, el terrorismo del IRA, que era bastante serio. Mientras
Gran Bretaña respondió usando la violencia, contribuyó a una escalada
del ciclo del terror. Finalmente –en parte, por la influencia de
Estados Unidos y en parte por la presión interna–, la respuesta fue
prestar atención a las quejas legítimas que subyacían en las acciones
terroristas. Y bien, eso condujo al declive del terror. Por ahora,
Irlanda del Norte –aunque no es ninguna utopía– no es, desde luego,
como era hace solo quince años. ¡Esa es la manera de abordar el
terror! Observar sus raíces, su origen, y hacer algo al respecto.

Una mirada a la globalización y la sociedad

P: ¿Cuáles son sus visiones acerca de la globalización y el
desplazamiento del poder económico hacia China y la India?

NC: Antes de nada, deberíamos ser cuidadosos al hablar de
"desplazamiento del poder económico". Es cierto, desde luego, que
China y la India han tenido tasas de crecimiento muy significativas,
pero se trata de países muy pobres. Echemos un vistazo a su renta per
cápita, por ejemplo. Según las cifras del Banco Mundial (que están
groseramente subestimadas) China tiene quizá el 5% de la renta per
cápita de Estados Unidos, y la India en torno al 2%. Estas cifras
deberían multiplicarse por dos o por tres, pero incluso así suponen
una pequeña fracción de las occidentales. China ha crecido de manera
espectacular, y ha habido un impacto bastante significativo en la
reducción de la pobreza y demás. A pesar de todo, China sigue siendo,
de momento, una planta de ensamblaje. Si echamos un vistazo al déficit
comercial de Estados Unidos con China (algo de lo que se ha hablado
mucho) y lo calculamos con exactitud, en términos de valor añadido,
resulta que el déficit comercial con China está sobreestimado entre un
25 y un 30 por ciento. El déficit comercial con Japón, Taiwán y Corea
del Sur está subestimado en la misma proporción. El motivo es que,
dentro del dinámico sistema de producción de Asia del Este, los
componentes de alta tecnología vienen de la periferia –de Japón, Corea
del Sur y Taiwán– y China los monta. Con el tiempo, esto cambiará, a
medida que China vaya escalando peldaños en la escalera tecnológica,
pero en este momento es así. Esto es aún más claro en el caso de la
India, que tiene cientos de millones de personas que están excluidas
por completo del sistema. Los suicidios de campesinos aumentan
aproximadamente en la misma proporción que la creación de millonarios.
Un par de cientos de millones de personas han obtenido ganancias,
mientras otras muchas no, y su situación ha ido empeorando. Existen,
además, enormes problemas ecológicos que no son contabilizados como
costes, aunque deberían serlo. Lo que está ocurriendo allí es bastante
espectacular.

Se ha hablado mucho de que China posee una parte de la deuda de EE UU
y de lo que eso implica, y todo eso. Japón posee aproximadamente la
misma cantidad de deuda norteamericana, lo que no otorga a Japón
ningún poder sobre Estados Unidos. Hay muchos comentarios engañosos
sobre estos temas.

P: ¿Cómo cree que será el mundo dentro de 25 años?

NC: Bueno, están ocurriendo varias cosas. Después de la Segunda Guerra
Mundial, Estados Unidos era abrumadoramente dominante; su poder ha ido
declinando desde entonces, y continúa en declive en este momento. En
parte, este declive tiene que ver con el crecimiento cada vez mayor de
la producción asiática; no debemos exagerarlo, pero es ciertamente una
de las razones. Otro factor es el ataque interno a la salud de la
sociedad norteamericana; la ofensiva de las corporaciones que ha
tenido lugar en la última generación ha debilitado seriamente a la
sociedad norteamericana. Hay un ataque al sistema educativo que tendrá
graves efectos a largo plazo sobre la economía; hay un ataque
generalizado contra la clase trabajadora: el círculo vicioso que antes
describí es beneficioso para un pequeño sector de la población, pero
es dañino para todos los demás. Las infraestructuras están en un
estado lamentable. ¡Cualquiera que viaje a Estados Unidos desde Europa
o incluso desde Asia piensa a menudo que está llegando a un país del
tercer mundo! Y esto va a peor. No supone un problema para el pequeño
sector de ricos y poderosos que externalizan la producción y se
dedican a la especulación financiera; para ellos, realmente no importa
si el país está en declive. Pero está en declive, y sufre ataques
internos. Estados Unidos tiene una crisis financiera –el problema del
déficit y de la deuda– debida a dos motivos. Uno, un presupuesto
militar enormemente abultado, que es aproximadamente el mismo que el
del resto del mundo junto, y en segundo lugar, un sistema sanitario
desregulado, privatizado y altamente deficiente. Esos dos elementos
están siendo protegidos, y eso, junto con el círculo vicioso que he
mencionado, conduce a graves problemas internos que harán que el
declive continúe. Además, el problema medioambiental es muy serio. Si
Estados Unidos no se pone en cabeza, el resto del mundo no va a hacer
demasiado. Si Estados Unidos mina los esfuerzos para atajar los
problemas ambientales –como está sucediendo ahora–, la cosa va a ser
aún más grave, y eso es exactamente lo que tenemos enfrente de
nosotros, por las razones institucionales que he mencionado. Dentro de
treinta años, eso será mucho más importante.

Por desgracia, existe además una amenaza cada vez mayor de guerra
nuclear e incluso de terrorismo nuclear. Es por eso por lo que antes
mencioné la política de EE UU en Afganistán y Pakistán. Parte de esa
política aumenta el riesgo de que materiales fisionables puedan caer
en manos de islamistas radicales. Hay que decir que el islamismo
radical ha sido fuertemente apoyado durante mucho tiempo por Estados
Unidos y Gran Bretaña para combatir el nacionalismo secular. Estados
Unidos también ha apoyado los programas nucleares de Pakistán, India e
Israel, los tres no firmantes del Tratatado de No Proliferación. Todo
eso supone una mezcla explosiva.

También va a haber cada vez más conflictos por los recursos. Los
recursos se están exprimiendo hasta el límite, y con un crecimiento
cada vez mayor, la competencia será dura, lo que conducirá a graves
conflictos por los recursos y puede que a guerras de algún tipo. Puede
que no se trate de guerras militares, pero algún tipo de conflicto. Si
miramos, por ejemplo, a la reserva de energía más importante del
mundo, en Oriente Medio, ¡en este momento esos recursos están yendo
más al Este que a Occidente! Estados Unidos tolera esto de buen grado;
quieren que el petróleo saudí vaya a China para socavar las
iniciativas de China en Irán. Eso forma parte de la estrategia
geopolítica norteamericana, pero provocará conflictos, y es también
cierto para otros recursos como el hierro, el cobre, el litio, etc.
Este es un problema grave y creciente, y da una predicción bastante
sombría del futuro, a menos que haya cambios significativos.


--
Roberto Schaefer

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